miércoles, 12 de septiembre de 2007

Por Catalina Montoya Piedrahita
Fernandinny tiene un repertorio de, aproximadamente, 250 trucos. En cada show presenta 10 o 15, porque anda acompañado de un amplio elenco para divertir. Juan Antonio Sánchez
Con ustedes... ¡El mago Fernandinny!
Las piedras de las carreteras de Antioquia, en todos sus puntos cardinales, tienen su nombre.
Antes de ser mago, fue marinero. Se embarcó en dos grandes compañías. Lo deportaron.
En la actualidad, anima fiestas de cumpleaños y primeras comuniones, en estratos 5 y 6.
Por Catalina Montoya PiedrahitaMedellínDamas y caballeros, a continuación, una hazaña nunca antes vista... Hará palidecer al experto y sonrojar al pacato. Los niños, por favor, tápense ojos y oídos porque lo que viene no dejará títere con cabeza.
Vamos a hacer que este señor que tienen ustedes al frente, aparezca y desaparezca, a cada curva y simultáneamente en varias carreteras de Antioquia: hacia el occidente, en la que lleva a Urabá; hacia el norte, en la que conduce a la Costa Atlántica y hacia el sur, en la que pasa por la Pintada. Y en Medellín, casi en cada muro. Con ustedes... ¡El mago Fernandinny!
Tiene el don de la ubicuidad, y eso no es truco. Más de 150 "paz y amor, les desea el mago Fernandinny", pintados en las piedras de las carreteras o en las paredes de la ciudad, lo convierten, no sólo en el "mago más leído del mundo", sino en el "mago de la publicidad".
Cuando los rojos y blancos de la pintura empiezan a llorar con peligro de hacerse ilegibles, Luis Fernando Baena, el mago, le advierte al payaso que se prepare. Compra los aerosoles, porque las plantillas las fabricó hace tiempo, y se monta en su carro "marca registrada", con ayudante a bordo, a desandar los pasos y a embellecer el rostro de un nombre, ubicado tan estratégicamente que el transeúnte que no lo lee corre el riesgo de estrellarse.
A costa de la contaminación visual que reconoce causar, Fernandinny ha logrado uno de los objetivos de su vida: figurar y ser reconocido.
La mayoría se ha topado con algún aviso suyo. Y quedan pocos que no han visto las estrellas y los Mickeys que tienen estampados los dos vehículos en que se moviliza.
Pero del salitre que carcomió las partes de los buques interoceánicos en los que pasó la mitad de la vida; de la gárgola mitad tigre, mitad águila que estampó en Hamburgo sobre sus antebrazos; del olor a pescado de los puertos por donde pasó, y de la mezcolanza de perfumes baratos que se le fijaron en la nariz, nadie sabe.
Porque la historia de Fernandinny es un sombrero de doble fondo. Las curvas y recovecos de su vida están untadas con los trucos que le predestinó la suerte para convertirlo en mago.
Nada por aquí, nada por allá... "Dónde está la monedita, donde está la monedita... ¡A ver quién pone más!". Apenas se oye el eco de este pregón de estafador, lanzado alguna tarde de 1955 en la calle Carabobo. Fernandinny, Luis Fernando Baena, en esa época, observaba lelo. Apenas tenía ocho años y no se daba cuenta de que estaba teniendo contacto con su destino de prestidigitador.
"En segundo de primaria yo ya sabía manejar bobaditas de la mano, truquitos que vendían por ahí en la calle, y fuera de eso nosotros teníamos un familiar netamente mago".
Cuando llegaba este señor a Abejorral, siempre en las fiestas de Corpus Cristi, era como si aterrizara el mismísimo Papa. El niño Fernandinny le cargaba las maletas y lo miraba todo el tiempo inclinando la cabeza hacia arriba, no tanto por la estatura, sino por la admiración que le causaba ver que cogía un cordón, lo partía a la mitad, lo soplaba entre las manos y lo sacaba cuán largo había sido.
Pero el aprendiz de mago era loco, desde chiquito se le veía. Un día cualquiera, cansado de que su papá lo castigara con rejo y le prohibiera jugar bolitas, se fue para Santa Marta en el tren de carbón con una cajita y dos pantaloncitos, desamparado, a vivir en la calle como un gamín. "Allá la vida mía no fue la magia, sino sobrevivir. Mi meta era conseguir algún día dormir en una cama".
En la selva de cemento lo rescató Marisol: - "Vea doña Judith, él es paisita". En el lugar había como 20 mujeres en paños menores, y hasta sin "paños". Fernandinny se dedicó a barrerles la casa de citas y a hacerles los mandados a sus madres sustitutas-prostitutas, a cambio de que lo dejaran dormir protegido bajo su seno. A ese paisaje sombrío fue llegando, por oleadas, la sal que le corroyó la débil ancla que lo ataba a tierra.
Magia, magia Entonces decidió pasarse los años siguientes recorriendo proa y popa con los pies sobre el mar. Algún marinero de los que conoció por intermedio de las mujeres que lo acabaron de criar, le ayudó a sacar una cédula capaz de hacerle creer a inmigración la mayoría de edad, mientras el muchacho tenía 15.
"Así fue como me resultó entrar en un buque de una compañía griega como ayudante de cocina". Y tan fácil como hoy estar en Francia, era, mañana, desembarcar en la India o en México. Pero "uno no alcanzaba a conocer sino la vida del puerto, la prostitución. ¿Sí me comprende?.
Y fue en ese mundo de barcos y burdeles donde, algunos años después, se topó de frente con la magia pura y dura, la que cuesta, la profesional. Sucedió cuando ya tenía curtidos los tatuajes, a causa tanta experiencia en las artes de sobrevivir, con ganancias, en el pantano de cocodrilos que es el mundo de los marineros.
En un amanecer borroso, tal vez por la bruma, colada por entre las rendijas del camarote, o por el vapor caliente de respiraciones encontradas, que acaban por adherirse y hacer sudar cualquier remedo de vidrio que encuentren, el joven, Luis Fernando Baena, recibió todos los secretos.
"Ocurrió en Hamburgo: en un espectáculo de prostitución, había un mago mexicano al que yo ya conocía. Al otro día visitó el barco, nos hicimos muy amigos. Él necesitaba dinero, dólares, y yo necesitaba la magia. Entonces me le entregué".
Fernandinny Levó anclas y la fuerza de la corriente de dos deportaciones, una por papeles y la otra, acusado de lo que no hizo, lo trajo de vuelta a Medellín.
Con unos pocos trucos en la memoria, porque los otros no se los dejaron sacar del barco, acudió a su amigo de infancia, ya convertido en mago: Alfonsini. Y Se consumó el mito: "Todo lo teníamos en común, yo me llamo Luis Fernando Baena y el Luis Fernando Vanegas, el es mellizo, yo soy mellizo. Ambos estudiamos en El Salvador la primaria y fuimos vecinos". Por eso, para ceñirse a los dictámenes de quién sabe qué poder, Baena no podía sino recibir el nombre de Fernandinny.
-"Mija, dele una aguapanelita al mago", fue lo que le dijeron en la primera presentación, allá en Carambolas, Santo Domingo arriba. Todo en la vida tiene principio.
"En la época de la mafia yo era un tipo que me ganaba dos millones en un fin de semana. Nunca conocí a don Pablo Escobar, pero sí a todos sus tenientes y a todas esas viudas". Hoy gana menos pero, de todas maneras, vive del oficio, le trabaja al estrato cinco y al seis, pero no tiene inconveniente en visitar las escuelas de los barrios marginados. Cuenta con buen patrimonio "porque es que cada truco cuesta más del millón". Para él, la magia funciona como el negocio de la música, que al cantante le componen las canciones.
Fernandinny dice que el buen mago no es el que se inventa trucos, sino el que los puede comprar y tiene las habilidades de prestidigitación para impresionar al público. Pero también el que como éste, sabe que el gran truco, el único que no es secreto, es el amor al oficio.
-"¿Qué tengo en mis manos? Un bastón como cualquiera, mírelo bien, tóquelo si quiere, por encima, por debajo...". ¡Sople!. ¡Duro!. ¡Más duro!. ¡Eso!. El mago saca un ramo de flores de lo que era una vara. Un aplauso, por favor.

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